MACHACHI: JUNTO
AL TIEMPO, PASA LA VIDA
POR:
ESTEFANÍA CAIZALUISA
“Que bestia como pasa el tiempo, todos
los guambras que correteaban por esta calle hace años, ahora ya grandotes, algunos casados y otros hasta
con hijos, ya estoy viejo”, comenta don Carlos Alvear, “el mono” como
cariñosamente lo llama la vecindad del barrio José Mejía, ubicado en la ciudad
de Machachi.
Son apenas dos cuadras las que comprenden este
barrio, antes de ser calle, es decir, de estar abierta al paso vehicular, hace
18 años era un pasaje donde solamente los peatones transitaban, “grandes
jardineras, unas lámparas preciosas y sobre todo la tranquilidad de que los
guaguas salgan a jugar sin correr peligro de que los atropelle el carro, todo
eso quedó atrás”, cuenta Rosita Quintana, una de las moradoras más antiguas de
este barrio, con una voz un tanto quebrada y con el reflejo de la nostalgia en
su rostro. Esta memorable señora recuerda al pasaje José Mejía como el sitio donde
sus hijos pasaron su infancia.
El trascurrir del tiempo ha cambiado
mucho a este lugar, pasó de ser un pasaje casi rural, a una calle muy
transitada y comercial. Lo que para muchos moradores significó algo negativo para
otros fue lo mejor, sobre todo por sus negocios, antiguos o nuevos. Para este
barrio, la calma ya no es uno de los factores que lo distinguen, como antes,
ahora se ha convertido en un sector comercial y ciertamente esto se debe a la
cercanía que tiene al mercado central de Machachi, pero de mayor importancia es
la iniciativa que muchos de los moradores han tenido en instaurar sus negocios
propios. La Panadería, el centro de cómputo, la boutique, el bazar, el
consultorio dental, el banco y una gran cantidad de negocios progresan día a
día. La unión de los moradores ha tenido mucho que ver en el desarrollo
comercial de este sector.
Es a la hora de combatir la delincuencia
cuando el barrio en realidad se une, hace 8 años atrás se vivió la amenaza
constante de la delincuencia, los asaltos a locales y a moradores fueron motivo
de mucha preocupación, por lo cual la directiva, encabezada en ese entonces por
Agustín Cruz, finiquitó la colocación de la alarma comunitaria que hasta hoy ha
dado buenos resultados y el barrio en cierta medida se tornó más seguro.
Aquí hay grandes artistas y memorables
personajes, uno de ellos es el señor Aníbal Estévez, “el poeta” como lo conocen
respetuosamente, es autor de la letra de los himnos de 2 colegios de Machachi,
quien recuerda como si fuera ayer lo hermoso de las fiestas que en su infancia
vivió: la navidad, el carnaval, y el infaltable pase del chagra, “poncho
colorado, sombrero aligacho, zamarro de cuero, fiel compañero: el caballo”, es
como don Aníbal resalta la figura del infaltable personaje de Machachi, el
chagra. Muchos de los moradores son dueños de esta tradición.
Otro conocido personaje es don Javier
Fajardo, el fotógrafo del barrio, guarda entre sus archivos a ese Machachi de
antaño, fotografías ya borrosas y que el tiempo se ha encargado de
inmortalizarlas en la historia, bellos tesoros que solo al verlos transportan a
esa época plasmada en imagen.
Una de las fotografías que guarda con
tanto celo es la del parque Sebastián de Benalcázar, ubicado a pocos pasos, en
la imagen se lo observa aún a medio construir, alrededor solo el palacio
municipal resalta, pues aún no se observan las grandes casas nuevas de hoy,
dicha imagen es una clara muestra del
paso de los años, el salto que este barrio y la ciudad de Machachi dieron hacia
la modernidad.
A pesar de que está ubicado en pleno
centro de la ciudad, aún guarda recuerdos del pasado, son dos casitas que se
mantienen vivas ante el feroz crecimiento de la urbanidad, una de ellas
sumergida entre matorrales y maleza, en el centro de un terreno esquinero
rodeado por tres muros y un portón viejo y oxidado, los moradores desconocen de
su dueño, el tiempo ha pasado y nadie ha reclamado o ha hecho uso de él. La segunda
casa perteneciente a la señora Concepción Caiza, aún se aferra por subsistir,
con paredes de adobe y techo de teja, es sin duda uno de los iconos de este
barrio, cada año su dueña se encarga del arreglo de su fachada y techo, “aquí
me crié, aquí crecieron mis hijos, aquí llore, aquí reí ”, señala doña
Concepción, con gran entusiasmo y orgullo.
Es el barrio, el sector o la calle José
Mejía, o como lo quieran llamar, allí siempre está latente el recuerdo de las
historias que se han vivido. En la mañana, la rutina de las nuevas generaciones:
colegio, trabajo o negocios no empañan las vivencias que los vecinos guardan
como recuerdos del lugar que los vio crecer, o en muchos de los casos hasta los
vio fallecer.
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