Michelena: “si no te metes en los códigos
callejeros, te botan”
POR: ADRIANA
CHICAIZA
Carlos
Michelena, reconocido por su teatro callejero que lo podemos observar en el
parque El Ejido de la ciudad de Quito, es un personaje importante por su larga
carrera de hacer teatro. La mayor motivación son sus hijos, quienes no se
avergüenzan de su padre por su trabajo en la calle.
Carlos Michelena es un personaje representativo del teatro, y no del
formal sino del teatro alternativo, del callejero ¿y no por eso de menor
importancia?
Realmente me apasiona el teatro, y por eso
quiero compartir con ustedes esta entrevista, para que conozcan un poco de la
vida de este personaje que se dedica a actuar desde 1973.
Su arte es preparar sketches cómicos representando una realidad que él ha vivido o que ha constatado. Él denuncia de este modo el mal funcionamiento de ciertas instituciones, la mala actitud de las personas y, transforma todo esto en una comedia para divertir a todos quienes lo miran.
Su arte es preparar sketches cómicos representando una realidad que él ha vivido o que ha constatado. Él denuncia de este modo el mal funcionamiento de ciertas instituciones, la mala actitud de las personas y, transforma todo esto en una comedia para divertir a todos quienes lo miran.
¿Cómo fue tu infancia?
Vivíamos como inquilinos en la calle Elizalde, luego en El Dorado,
de donde nos desalojaron y fuimos a vivir en una mecánica frente a la
maternidad Isidro Ayora; de ahí nos pasamos por la plaza de Santo Domingo,
luego a San Roque y por último, hace poco, pude hacerme una casa por el peaje
de la autopista que va a Sangolquí, donde viven mis hijos y mi mujer. Yo vivo
en San Juan, con mi mamá. A ella, que tiene 82 años, le gusta seguir en el
puesto de venta de caramelos y ahí le dejo instalada todos los días, frente a
la maternidad Isidro Ayora.
¿Qué te dejó tu infancia?
Dentro de la dureza que significó, tuvo un saldo favorable por las
buenas bases para hablarle a la gente en sus propios términos, porque cuando tú
has pasado esas experiencias de necesidad, de no tener un trabajo estable, de
ser perseguido por la autoridad, tú te sientes del lado de ese sector social y
ves, al pasar de tantos años, que la cosa es dura y que las circunstancias,
básicamente, no han cambiado. Tus raíces están ahí. Y por eso es que yo me
identifico con esa gente. Prefiero estar en el parque con ellos que en un canal
de televisión o hacer otro tipo de trabajo artístico.
Cuando vendías caramelos frente a la Maternidad ¿qué sentías?
Rechazo a lo social, porque los panas de entonces pasaban gritándome
de todo, vago, caramelero, anda a estudiar. Y mientras yo le perseguía a uno
que gritaba, venían los otros y se cogían los caramelos. Todo un desbarajuste.
¿De esa vida de la calle aprendiste vicios?
De hecho. Si no pagas piso, si no te involucras en los códigos
callejeros, te marginan, te botan. Claro, hubo una época en que me dediqué
mucho al trago, por ejemplo. Me dedicaba a estar por las cantinas, chupando.
Igual, otros panas más modernos me ensañaban a fumar yerba y otros más
pelucones a inhalar coca; a veces los sicodélicos me llevaban a comer hongos.
De todo eso vas también descubriendo cosas.
¿Cómo
es Carlos Michelena fuera del teatro callejero?
Una persona como el resto, con las
preocupaciones que son la vida diaria, el tema de la familia, los hijos, la
salud, es decir, normal, con las preocupaciones cotidianas nomás.
¿Por qué quisiste hacer
reír a la gente?
En ningún momento me di cuenta, la vida me
ha ido poniendo en circunstancias de tener que desenvolverme,
desarrollar alguna actividad que justifique mi paso por esta vida, entonces,
hace treinta y cinco años empecé haciendo teatro en la Casa de la Cultura, en
la Escuela de Arte Dramático y después en el teatro ensayo, de eso ha pasado
tiempo y, hace veinte años estoy haciendo teatro al aire libre.
¿Cómo planificas tus
presentaciones?, ¿Son sólo espontáneas?
Nada sale así al rato, en todo, desde
cuando uno hace el amor, no sale al rato, todo es preparatorio. Yo como
cualquier profesional tengo que establecerme temas, venir aquí, hacer
ejercicios de relajamiento, de concentración, tengo que saber usar el cuerpo;
tengo que hacer máscaras, tengo que hacer un vestuario, entonces, hay una
preparación, como en todo.
¿Y se te han ido cosas de las que después te has arrepentido?
Sí. He tenido a veces conflictos con espectadores que te dicen a
veces alguna insolencia o te provocan para ver cómo te expones políticamente. A
estas alturas la gente ya sabe mi postura política y para llegar a eso me toca
develar mi vida, mis pensamientos, mi sinceridad.
¿Qué es para ti la revolución
ciudadana?
Una promoción comercial del momento. Te venden un producto, como en
época de Navidad te ponen guaguas, familias felices y todo para venderte la
falsa imagen de felicidad. Ahora este señor, con los medios que incautó y
semejante aparataje publicitario, te vende una idea de revolución que no existe.
¿Cuál es tu reacción frente al cariño que te demuestra la gente?
Me llena cuando es sincero, uno percibe eso. Porque tampoco que toda
la gente sea una maravilla, ni tampoco que toda sea mala. Me gusta que si voy
al mercado me brinden su morocho, sus tortillitas, su empanada y todo con
cariño; entonces digo, estoy pagado. Por esa gente, lo que sea.
¿Le pesan los años a Carlos?
A veces sí, cuando me desmando, si no me cuido, cuando de repente
voy a alguna jarana por ahí. Al otro día estoy que me muero. Ya no puedo. Sí,
los años pesan.
Comentarios
Publicar un comentario