Callejeros en acción



EL MILAGRO DE LA VIDA


POR: MÓNICA YÁNEZ

El penetrante frío casi va congelando a los guardias del Hospital General de Latacunga, mientras tanto el reloj anuncia: 20h27; se observa poco movimiento en los alrededores. Nos acercamos al ingreso y vemos a la gente algo impaciente que recorre los pasillos, cada uno vive una situación diferente.

Al cruzar dos puertas se puede percibir un olor algo extraño, entre humedad y medicinas, esta mescla es característica de un hospital. De pronto se escucha una puerta abriéndose, a ese ruido responden todos los que se encuentran en la sala de espera del área de maternidad; con atención, e imaginando que la enfermera -que muestra su rostro por el pequeño espacio que queda- va a pronunciar el nombre de su familiar. Al descubrir de quién se trata, los demás vuelven a lo del inicio: el dialogo algo ansioso y preocupado.

En una esquina, sentado, se observa a Cristian Reysancho, en su mirada se descubre su estado emocional: nervioso y a la vez feliz, al saber que en cuestión de pocas horas o minutos va a ser padre por tercera ocasión.

Nadie conoce qué ocurre detrás de aquella puerta blanca, donde solo se puede escuchar algunos pasos y en ocasiones un ruido algo irritante. Van pasando los minutos y de pronto se escuchan gritos emocionados, que para los que están afuera es señal de que un nuevo ser llegó a la vida.

Mientras tanto, en aquel lugar donde se viven nervios y hasta algo de impaciencia, algo novedoso ocurre: se escucha platicar a un hombre y a una mujer de nacionalidad China. Esto por un instante entretiene, pero en cuestión de segundos vuelve la situación anterior: ansiedad.

Se siente pasar el tiempo, como cuando se desea que algo ocurra pronto y no se ven los resultados; a muchos se los ve caminar, hablar por celular y mirar una y otra vez la hora que marca el reloj.

Del otro extremo se siente gritar por tres ocasiones a una mujer, con un dolor profundo pero sintiendo que llegó la alegría más inmensa a su vida. Este 13 de febrero, a las 21h47, pasa a ser una fecha importante para los padres; la puerta mayor se abre y el doctor con voz fuerte llama a los familiares de Yánez Moreno. Todos corren a ver a la pequeña princesa, que llegó al mundo a llenar de felicidad  a Mayra y a Cristian.

Con una suavidad increíble, su padre la recoge entre sus brazos y  su rostro se llena de resplandor, sintiendo la magia del amor y viéndose enamorado de aquella pequeña silueta, que con un llanto de un verdadero ángel abre sus pequeños ojos, viendo la luz y sintiéndose desde ese mágico momento, amada por todos.



Han trascurrido casi dos horas desde que nació la pequeña, la madre sale en una camilla azul dirigida por un doctor, que se la entrega a su esposo para que la lleve a la habitación a descansar. En su brazo izquierdo tiene colocado un suero, su rostro es algo cansado, pero sus ojos poseen una luz de alegría por saber que tiene a su hija ya en sus brazos y que, en cuestión de algunas horas más, retornará a su hogar a cuidar con paciencia y dicha al nuevo ser, que con el pasar del tiempo la llamará MAMÁ, y depositará en ella la responsabilidad de convertirla en una niña feliz, y luego en una mujer valiente y emprendedora.

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