TRAPITOS AL SOL


DETRÁS DE UNA SONRISA Y UNA TIERNA MIRADA


Por: Mishel Molina

Tan solo unas calles y varias casas son cómplices de tanto sufrimiento, frio y esfuerzo que día a día vive Segundo Tapia, es un viejito de 83 años de edad que lucha para sacar adelante a su esposa María Anchatuña de 73 años. Segundo vive en una casa pobre, muy  humilde, está ubicada en Isinche (Pujili).

Al pasar por la escuela “Club Rotario”, en una tarde fría, escuchando el viento soplar sus mayores brisas y sacudiendo  en ellas las yerbas plasmadas en las veredas, encontramos a un viejito acompañado de una escoba y un costal con la esperanza de ganar dinero, sin importar las condiciones del clima o la incapacidad  que él padece, es un individuo que con su sonrisa inspira alegría, ternura y una interrogante ¿por qué un señor tan tierno tiene que aguantar tan afanoso viento?, ¿será que no tiene hijos, o simplemente el destino ha sido tan cruel?

La vida de Tapia ha sido llena de obstáculos, alegrías y de sufrimiento, era un hombre que gozaba de todas las partes de su cuerpo, del amor y la unión de su familia, con sus ojos enrojecidos y unas lágrimas apunto de brotar, manifestó que un día no muy grato en su lugar de trabajo, una máquina de cemento le arrebato su brazo, dejando así una discapacidad a sus 53 años, desde entonces la vida de él ha dado un giro total: se ha hecho a un más difícil.

Pero esa no es la única prueba dolorosa que le tocó vivir, comparó que su dolor más duro fue el abandono de sus cuatro hijos, ya que es más fuerte que el haber perdido un brazo, sin embargo los justifica porque ellos ya tienen su hogar y tal vez ese es el motivo del olvido que tienen con sus padres.

Sin embargo, Tapia tiene un motivo muy importante que le llena de ilusión, de fuerza y motivación para su vida, es su amada esposa, y es por eso que Segundo trabaja deshierbando las calles y ganando cinco dólares, este trabajo lo realiza de  06h00 a 12h00 terminando muy cansado, comenta y pide a Dios que alguna persona de buen corazón le ayude económicamente para ya no trabajar, pues su edad y su discapacidad lo impiden cada vez más.

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