Mujer al volante, discriminación constante
Por: Katerine Calvopiña
Un auto irradia una
luz especial, cada vez que los clientes abren la puerta del taxi de Rosario
López, una mujer que “cambió el delantal por un volante”; como ella misma lo
explica con alegría en sus ojos.
Rosario nació el 20
de enero de 1979, en el seno de una familia humilde. Creció sin el apoyo de su
madre, pues falleció durante el parto de su hermana menor, Narcisa; entonces
Rosario tenía apenas 2 años. A pesar de esta gran ausencia se desarrolló con el
cariño de su progenitor, quien jamás desmayó en la lucha por sacar adelante a
sus hijas, o más bien, sus “princesas”, como él las llama cariñosamente.
“Charito” asumió
entonces el rol de ama de casa, y se aventuró a recorrer los senderos de la
vida con una luz a medias. Explica que la huella de las caídas son útiles para
reconocer los baches en el futuro, y en el mejor de los casos no tropezar con
la misma piedra. La muerte de su madre, marcó en su existencia una vida ajena,
en la que no cabía la diversión, fiestas, aventuras o viajes; y que, las tareas del hogar eran su
responsabilidad única.
“Recuerdo la envidia
que sentía cuando Narcisa me contaba sobre sus conquistas, sobre las farras o
la música que estaba de moda”, sin embargo, lo que más envidia es el momento
inolvidable que toda mujer desearía sentir: “jamás tuve la oportunidad de
despertar al amor, mi juventud la pasé enterrada en un montón de ollas, no
estudie la secundaria, pero de lo único que me arrepiento es de no poder ser
madre y tener la incertidumbre de mi vejez”.
Rosario considera que
su padre es su mayor fortaleza, pero le teme a la soledad cuando esa luz se
apague. Prefiere no especular sobre su futuro, y comenta de su felicidad actual
con su “piolín”, así se denomina para
ella el taxi en donde trabaja, y que para ella es el mejor entretenimiento que
tiene para sobrevivir al viento gélido que endurece el corazón de esta dama.
La herencia machista
que han dejado las generaciones pasadas, y que todavía están presentes en la sociedad
actual, provocan la indignación de Rosario, porque siente que los clientes “le
ven raro” o se burlan, y cuando coge una carrera, algunos preguntan: ¿conoce
las calles? , ¿Tiene licencia? , o peor aún: ¿Cuánto me cobras Reinita?
Explica que las
personas no saben cuan difícil es este trabajo y que, encima, no lo respetan
porque lo ejecuta una mujer, además le enoja que las mujeres la observen con
cautela y comenten a sus espaldas.
La discriminación es
el pan de cada día, pero la costumbre mitiga esos desagravios, explica
“Charito” con una sonrisa amable, sentada en el lecho de su padre mientras le
ayuda a comer, y espera que su rol
equivocado se acabe para disfrutar de su propia vida, aunque las esperanzas se
acaben cada vez que sopla las velas.
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