RAYITAS QUE NADIE ENTIENDE
Por: Paola Pilicita
En un mundo donde el más fuerte debe pisotear a otro para
ser mejor, donde parece que si gritas está bien, donde si pegas eres el jefe, donde si tomas lo que no es tuyo
eres premiado, todos nos preguntamos: ¿acaso tendrá fin esto, o cada día
seguirá aumentando el dolor, la angustia, la tristeza, la violencia?, ¿el
villano será siempre el rey?
En un mundo así es en el que miles de jóvenes se desenvuelven
cada día, en una batalla diaria. Y es en ese mundo donde, solo por usar
pantalones enormes, son juzgados; porque las telas que cubren su tronco son más
grandes que una sábana, o porque sus zapatos son más grandes que los de pie grande.
Solo por atreverse a ser diferentes son juzgados, por no vivir como la sociedad
lo demanda; por escribir sus nombres diferentes y colorearlos en grandes
paredes son llamados vándalos.
“Lo que hacemos los grafiteros es porque necesitamos
vivir y ser diferentes”, dice Bryan al describir
su mundo:
“Como me enfrenté y dije no a sus reglas, soy un vándalo,
pero así crecí, desacatando lo que creí que estaba incorrecto, y hoy que
expreso todo lo que siento en unos cuantos metros de pared, todo el mundo me
aplasta, porque no se detienen a pensar que ellos fueron los que me construyeron,
y el vivir con víboras en una víbora me ha convertido.
“Hace dos años, nadie comprendía por qué amaba tanto
salir a las calles, no era para drogarme, ni violar, pero me decían que estaba
mal, es así como entendí que la mentira estaba bien, y que un trabajo fuera de
casa era el boleto para salir a hacer lo que amo, plasmar mis ideas en una
pared, pero he aprendido que lo más valioso es que aquella confianza que tus
padres depositan en ti debes conservarla, porque un día se irán y se llevarán
esa mentira y tu falsedad.
“Es como hoy describo mi vida, pero también la realidad
que se vive en las afueras, en la calle. Ahí tú decides si te pierdes o eres
luz para los perdidos. Cuando caminaba en la calle, no todos eran lo que mostraban
ser, cuando llegué a conocer lo que era la calle comprendí la realidad de aquellos
jóvenes para quienes su vivir era la pelea. Habían vivido en la calle toda su
vida, nunca tuvieron cuatro paredes y un techo para cubrirse del frio, ni un
abraso para calentase en las noches, es por eso que habían aprendido a ser
fuertes, y que su supervivencia dependía de qué tan fuertes fuesen. Conocí
muchas historias, pero aprendí que no puedes confiar en las personas por más
que pienses conocerlas. Recuerda que solo son humanos y pueden fallar.
“Rayar paredes es lo mejor que hago, pero sé que en un
mundo confuso, lleno de ideas atravesadas, no me entenderán, es por eso que les
voy a enseñar mi historia, cómo me siento cuando busco describir mis ideas,
sentir un calor recorrer en todo mi cuerpo, mis manos libres de expresar lo que
mi corazón siente. Capaz de sentir esa gravedad que cada segundo que pasa sigue
subiendo, cuando casi está lista la obra. Y cuando pase por ahí, saber que
gotas de agua y una fuerte brisa fueron mis cómplices de la noche para su
creación; y cuando todo acabó, saber que
fue otra de mis ilustraciones y artes, como los considero a mis grafitis,
plasmados en una pared, que nunca se moverán de ese lugar, pero eso sí: miles
de bolitas negras las mirarán.
“Mi única satisfacción es que hoy, a mis 22 años, he
logrado vivir y nunca detenerme, cumpliendo uno de mis sueños: graffitear, o
como lo digo yo, hacer rayitas que nadie entiende. Para aquel joven, que se
atrevió a ser diferente, cada rayita de su cara lo marca. Su experiencia debe
ser: joven que amas graffitear, lucha, y recuerda: un día mis padres me dijeron
no, mis amigos no me entendían, y mi familia me rechazaba, pero hoy han
comprendido que no soy extraño, sino que soy aquel que ama su cultura y que se
siente parte de ella”.
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