Atrapado
en un árbol
Por: Maribel Sumba
Cuicuno,
situado en la provincia de Cotopaxi, es considerado un sitio milagroso, por los
feligreses que acuden en esa búsqueda. Hace ya tres siglos que “El señor de
Cuicuno” escucha fielmente a su gente, e incluso a pocos extranjeros que han
puesto en sus manos la vida de sus seres queridos, y su propia salud.
Manuel
Alfonso Sarzosa Carvajal, arzobispo, menciona en su libro que la historia
comienza cuando la familia española Robayo Pérez vende una propiedad,
equivalente a dos caballerizas, a un indígena llamado Domingo Barahona. Los
terrenos estaban recubiertos de paja de la zona, y para darle un ambiente más
agradable, Domingo y su esposa deciden sembrar árboles de quishuar, la mayoría
de éstos mueren, pero de entre todos hay uno que creció más grande, con un
tronco grueso, con ramas que casi tocaban el suelo.
Hace
muchos años, Domingo y su esposa Feliciana, en el desolado paramo, cuidaban muy
celosamente un rebaño de ovejas, el cual era víctima de robos constantes. Él,
al darse cuenta que faltaban ovejas, se deprimió profundamente, y pronto esa
actitud cambió a frustración. En ese momento tocan su puerta, lleno de furia la
abre, es un desconocido. Aturdido por la pérdida, asume que el extraño es el
ladrón, y con hacha en mano pretende hacer justicia. El extraño huye
despavorido hacia el bosque, escapa de su destino. Domingo, con rabia, empuña
el hacha y de un solo golpe arranca una rama del frondoso quishuar, dejando así
rebelado el rostro sangriento de Jesús.
César
Valarezo, párroco de la iglesia de Cuicuno, en quien las canas demuestran sabiduría,
cuenta una versión distinta. Asume que la religión católica fue impuesta por
los españoles. Es valiente de su parte asegurar esto, pero va más allá, se
atreve a decir que fue una carta muy bien jugada por parte de los españoles, la
de la imagen de Cristo en el árbol, ya que en tiempos antiguos los indígenas adoraban
a todas las cosas grandes, como montañas, piedras gigantes, lo arboles más
grandes, el sol. Así, “desde la conquista, los españoles se las ingeniaron para
que las imágenes divinas estén representadas en los dioses originales de los
indígenas”.
De cualquier forma, con imposición o no, la fe que
las personas tienen hacia El Señor de Cuicuno no disminuye.
La historia que este páramo encierra es demasiado
interesante como para que la dejemos pasar por desapercibida, conocer los más
curiosos acontecimientos hace que el recorrido sea verdaderamente una
experiencia inolvidable.
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