La maternidad como elección
y no como destino…
Por Carola
Pinchulef C.
Escribir sobre la maternidad
no es una tarea fácil, por dos razones simples y, a su vez, complejas. En
primer lugar, porque no soy madre ni pretendo serlo en el corto plazo. Entiéndase,
que el no serlo pasa por una decisión personal. En segundo lugar, porque el
imaginario social asume y, a su vez, insiste en hacernos creer a las mujeres que
nuestra plenitud o éxito está en estrecha relación con la maternidad. En otras
palabras, se nos impone como mujeres la maternidad desde una perspectiva patriarcal;
es decir, desde la visión masculina el destino reservado y seguro para toda
mujer es el ser madre sin importar el tiempo que demores en llegar a la meta,
siempre y cuando llegues.
Cuando decidí abordar este tema
pensé en dos formas distintas de fundamentar la idea de que la maternidad sigue
siendo entendida por una parte importante de la sociedad -muchas de ellas
mujeres- como destino de todo ser que nace mujer. Para ello, me pareció
importante considerar dentro de mi muestra mujeres que han experimentado la
maternidad y mujeres que pasan de serlo.
Fue así que opté por lanzar
la piedra sin esconder la mano, como es costumbre ¿Qué es para ti ser madre? La
pregunta parecía simple, sin embargo, cuando pedí a las interpeladas que
intentaran, en lo posible, resumir su respuesta en una frase u oración. En ese
momento me di cuenta que fue meterlas en una camisa de fuerza.
A pesar de lo complejo que
resultó el ejercicio, un par de ellas logró pasar la prueba respondiendo de
manera concisa: “Ser madre te hace mejor persona”, “Ser madre es el sueño de
toda mujer”, “Ser madre es amor incondicional”, “Ser madre es compromiso de
amor y lealtad con mi hijx y conmigo misma”, “Es olvidarse de una y vivir para
otrx”. Otras respuesta no fue posible resumirlas en una línea, sin embargo, el
brillo que se transparentó en los ojos de aquellas madres me dio a entender que
serlo es una emoción que no cabe en palabras. Hasta aquí las respuestas no me
sorprendieron, sí me parecieron cuestionables producto de la fuerte carga
simbólica que envuelven sus expresiones. No obstante, me reservé la opinión y
solo agradecí sus respuestas.
El segundo ejercicio fue recordar
un par de conversaciones en torno a la maternidad que tuve con dos grupos de
amigas muy distintos, me atrevería a catalogarlos de extremos. El uno
corresponde a amigas chilenas en su mayoría madres, todas ellas situadas ya en
el tercer piso -me refiero a la edad- y ejerciendo profesiones muy distintas. El
otro, está compuesto por mujeres en edades similares al grupo anterior, residentes
en Ecuador y provenientes de contextos culturales muy diversos; es decir, somos
todas extranjeras. Sin embargo, tenemos un denominador común; todas estudiamos
género y ninguna ha decidido ser madre aún, y otras ya lo descartaron.
La diferencia que intento
resaltar al comparar a estos dos grupos parte en términos de la dirección que
toma un mismo tema de conversación entre ambos bandos de mujeres en edades muy similares.
Es decir, con el primer grupo se establece un diálogo respecto a los cambios que
trae consigo convertirte en madre; considerando la distribución del tiempo y la
calidad de vida. En ningún momento se objetó la noción de que ser mujer te
permite renunciar a ser madre, si así lo deseas. Al contrario, la disputa
termina interpelando al grupo minoritario; es decir, a las que no somos madres con
la siguiente pregunta: ¿Webonas, y ustedes cuándo se ponen en campaña…? No
entraré en detalle sobre las respuestas porque no es el tema que nos convoca.
En cambio, entre “las
estudiosas de género” se suscita un cuestionamiento sobre la idea de: ¿Qué es ser
madre?, ¿Se es madre antes que mujer? ¿Por qué el ser madre te permite ser considerada
sujeto social?… Si bien, son tantas las interrogantes que surgen sobre si el “ser
mujer es una condición anterior o posterior a ser madre”. La conclusión, al
parecer será siempre la misma; es decir, el hecho de que un número
significativo de mujeres –no todas- conciban como destino ya trazado la
maternidad por el hecho de nacer mujer, responde a una construcción cultural
impuesta y obligada, no a un deseo o elección de cada mujer.
En otras palabras, mientras el
discurso simbólico insista en reducir nuestro rol de mujeres a simples reproductoras
sociales a consecuencia de nuestra condición o esencia femenina, será difícil
que como mujeres nos replanteemos una posición diferente frente a la maternidad.
Sobre todo si aun no hemos comprendido que “ser o no madre”, no incide con el
desarrollo de vida que podamos alcanzar como mujeres.-
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