Miradas en Acción



TAMBIÉN SOY SER HUMANO



Por: Katia Toapanta


Latacunga, ciudad querida por sus habitantes, llena de paisajes y lugares turísticos, con un clima agradable, ciudad llena de colores. En sus vías existe mucho tráfico de vehículos, por las aceras personas van y vienen, unos con rostros sonrientes, otros preocupados, molestos e incluso personas entretenidas en sus celulares.

En un local pequeño pero acogedor encontramos un salón de belleza, diferente a los demás, pues está conformado por personas con diferentes preferencias sexuales, que son estilistas, realizan excelentes peinados en chicas y cortes espléndidos en chicos.

David Viteri, estilista de 24 años, alto, de contextura delgada, de piel blanca, dice sentirse  “orgulloso de ser estilista, puesto que es un trabajo digno”.

David es un joven con metas planteadas desde pequeño, aunque fue difícil porque no tenía el apoyo de sus padres, debido a que desde su niñez le gustaba relacionarse con niñas, salir a jugar con ellas y no con los niños, odiaba jugar fútbol. Poco después sus padres se dieron cuenta que no pertenecía al género masculino si no al femenino. Su madre y hermanos  no lo apoyaron, el padre fue  quien, a pesar de todo, estuvo con en él en los buenos y malos momentos.

Su niñez la vivió en Quito, su ciudad natal, ahí fue donde adquirió sus destrezas como estilista. En la plaza del Teatro fue donde veía a personas cortar el cabello y entonces, poco a poco, fue aprendiendo, ya que le atraía esa profesión. Él aprendió sus destrezas en las calles de Quito, desde niño observaba a estilistas cómo realizaban cortes, peinados, cepillados. Empezó a trabajar como estilista desde sus 13 años, porque era el sustento de su familia. Por lo que decidió conocer nuevos horizontes, sabía que Latacunga le abriría sus puertas, con el fin de conocer gente nueva, percibir un nuevo ambiente, aunque al principio las personas lo discriminaban mucho, incluso llegaron a golpearlo por el simple hecho de ser diferente. A sus 20 años de edad logra trabajar en el salón de estilistas “El Millennium”, donde lo acogieron, desde ese momento labora con entusiasmo, dando un buen trato a sus clientes, para que así pueda salir adelante día tras día.

David pertenece a una organización gay, puesto que lucha para ser aceptado como una persona normal, ahí lucha también para que se les respete. “Que ya no exista maltrato físico ni verbal”, dice. También destaca que “una persona gay nace, no solo es por el simple hecho que abusan sexualmente, si no que desde pequeño ya tiene esa ideología del género femenino”.

Su horario de trabajo es de 07h00 a 20h00 horas, su ganancia al mes es de 845 dólares. Hombre que a pesar de tener diferentes preferencias sexuales lucha por salir adelante, y ser mejor cada día, su mayor anhelo es que desde el cielo su padre se sienta orgulloso de la persona que es, aspira que en algún momento su madre recapacite y sepa aceptarlo tal y como es.



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