CIEGO
Y ANCIANO, PERO LA COMPAÑÍA DE LOS ADOLESCENTES
LO HACEN MÁS JOVEN
POR: VALERIA PALATE
En
una esquina de la Unidad Educativa Mayor “Ambato” se encuentra el bar de “Don
Pepito”, el lugar en el que a más de encontrar los saludables chochos con
tostado y las papitas sin marca, encuentras amistad y consejos de un sabio que
conoce el otro lado de la vida, aquel que mira con los ojos del alma. A pesar
de su avanzada edad se siente como un adolescente, y por eso aún sigue en su
trabajo.
José
María Serafín Becerra, de 73 años, nació el 19 de noviembre de 1941 en la
ciudad de los tres Juanes. Durante su nacimiento, a diferencia de otros, no
pudo ver la luz del mundo, pues su destino era ser ciego. Sin embargo, esto no
impidió que sea un gran artista de la música, interpretaba hermosas melodías en
su acordeón y pedía caridad.
Este
don le daría de comer por varios años, hasta que en 1982, Segundo Villacís
Toral, quien también es no vidente y abogado, lo ayudó a conseguir un lugar de
trabajo en esta institución educativa, es así que hasta ahora encontramos a Pepito
en su bar, rodeado de papas, chochos y otras golosinas, que son muy apetecidas
por los estudiantes.
Desde
hace más de tres décadas, Pepito vive rodeado de jóvenes estudiantes que le
brindan cariño y amabilidad, aunque no todo es oro, porque han existido estudiantes
de mal corazón, que le han jugado bromas que molestan mucho a este anciano,
como el darle monedas antiguas o billetes falsos; sin embargo, gracias a sus
años de experiencia él ha aprendido a palpar muy bien. Y es que tiene una
táctica impresionante, que le permite diferenciar el valor de las monedas y la
calidad de los billetes.
A
más de verlas como un trabajo, las ventas en su pequeño bar son su
entretenimiento, “yo me aburro en la casa, no veo y me da una gran
desesperación; en cambio aquí las señoritas me hacen vivir, y yo estaré en este
trabajo hasta que Dios me lleve, todos me aprecian aquí”, menciona Pepito, con
su rostro acabado pero su voz con ganas de vivir cien años más.
Por
su parte, Jaqueline Jerez, hija política de Pepito, quien siempre que puede
acude a ayudar a su suegro en las ventas, sobre todo en el tiempo de recreo y
las horas de salida de los estudiantes, recuerda que él fue amable y bondadoso
desde los tiempos de noviazgo con su hijo, le tiene mucho aprecio y lo mira
como un padre ejemplar, por eso piensa que por su avanzada edad ya no debería trabajar,
pero al mismo tiempo dice entender que es una distracción y que se siente muy
bien al estar rodeado por personas que son amables con él.
Desde
la opinión de Andrea Ortiz y Melanie Lozada, señoritas estudiantes de esta
institución, los jóvenes que visitan el bar deberían tener más paciencia con el
señor, por la discapacidad que tiene. Lo visitan casi todos los días para matar
el hambre y al mismo tiempo ayudarle, consumiendo sus productos, porque
necesita mucho de su apoyo.
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