Luchadores sociales ejemplares

“Terrorista”, como lo llamaron…

Por: Lesly Correa


“El golpe más duro fue cuando cerraban la puerta y, de a poco, comprendía que no los vería dentro de algún tiempo, y todo por defender derechos que nos pertenecen, pero que muchos hemos olvidado que los tenemos”,  estas palabras salen con dificultad de la boca de Pablo Castro, un riobambeño de 27 años, dirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE) y representante de la Universidad Nacional de Chimborazo, institución que participa en el 46 Congreso Nacional de La FEUE que se desarrolla entre hoy mañana en Latacunga. En marzo del 2012, junto a nueve compañeros, los denominado “Diez de Luluncoto”, fue apresado y acusado de “terrorista”.

Así es Pablo Castro, un personaje lleno de ideales políticos de izquierda, con ganas de ayudar a quienes no se atreven a elevar su voz de protesta, por miedo al régimen actual. Vive la vida de a poco “siempre con la frente en alto”, como él dice, pues cree que si se apresura a pensar en el futuro podría perder las oportunidades que se le presentan.

Pablo cuenta que ha sido víctima del sistema opresor del Estado, asegura que su detención fue una coartada del Gobierno para cubrir los actos de represión y maltrato en contra de las personas cansadas de la injusta actitud del Gobierno y de vivir reprimidos por sus opiniones; personas valientes que acudieron a la marcha que en aquel entonces tomaba lugar en el país y gracias a gente que como Pablo, no dudó en salir a protestar por sus derechos.

Sin embargo, nadie tomó en cuenta que su procesamiento no solo lo afectaría a él, sino también a todos quienes él considera sus seres queridos, en especial a Dante, su hijo, un niño que actualmente tiene cuatro años de edad, pero en aquel entonces tenía apenas unas semanas de vida; después de todo fue él quien desde esa corta edad y sin saberlo, fue el apoyo más grande para Pablo, y se ha convertido en la persona a la que ahora dedica su vida, su tiempo y las grandes ganas de surgir y limpiar su nombre.

La experiencia que vivió al ser procesado fue tal vez la más injusta que ha vivido, pues asegura que no hay cosa más dolorosa que estar obligado a ver a su familia por apenas dos horas a la semana, “ese tiempo no es suficiente para darles amor” agregó.

También comenta que su detención no fue impedimento para que él hiciera llegar al pueblo sus inquietudes y opiniones, además, necesitaba entender que la prisión está plagada de gente inocente,  gente pobre, gente del pueblo que no tiene posibilidades de pagar una abogado que defienda sus derechos.

También comenta que más allá de una visión coyuntural, se ha proyectado el hecho de construir una nueva sociedad, libre de miedos, de opresión y de injusticias como la que él tuvo que vivir en carne propia, “esto va más allá de Rafael Correa”, aclaró.

Por otra parte, también indica que sabía que convertirse en un dirigente nacional no sería tarea fácil, porque desde el principio se le presentaron muchas trabas, comenzando por el completo desacuerdo de sus padres en cuanto a los ideales políticos y de liderazgo que tenía: “cualquier padre podría pensar que en algún momento sus hijos llegaran a caer en vicios, pero para ninguno puede ser fácil imaginar que su hijo será perseguido por un gobierno autoritario por tener y defender sus ideales políticos, aun a costa de su propia libertad”, comenta.


A pesar de todo lo difícil que ha sido su situación durante este tiempo, él tiene la plena confianza de que sus actos no han sido en vano, porque sabe que cuenta con el apoyo incondicional de su familia, amigos y compañeros, y agrega que en algún momento esto servirá como una gran enseñanza para su hijo, quien en el futuro podrá conocer la realidad de su padre y del país en el que vive, para que nunca le digan “terrorista” como lo llamaron.

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